La pedagogía… del enfrentamiento: Mariana Olmeda y los normalistas

Por Ciudadano X
En Michoacán, la educación volvió a ser campo de batalla. Esta vez no entre maestros y gobierno federal, sino entre la directora del IEMSYSEM, Mariana Sosa Olmedo, y los estudiantes de las escuelas normales.
El conflicto ya no se libra en aulas ni auditorios, sino en calles bloqueadas, retenes improvisados y conferencias cruzadas donde nadie escucha, pero todos gritan.
Sosa Olmedo sostiene que los normalistas actúan bajo consignas de desestabilización, que secuestran vehículos y exigen lo que la ley ya no permite: plazas automáticas.
Su discurso es institucional, pulcro, casi tecnocrático: «No hay plazas automáticas, todo es por concurso.»
Y en lo legal, tiene toda la razón y la ciudadanía lo aplaude.
Aun así, hay que reconocer el valor que tuvo al acudir personalmente a encarar a los estudiantes que un día antes robaron mercancía de una empresa refresquera, de una de tostadas y de otros vehículos retenidos.
Pocos funcionarios se atreven a plantarse frente a una turba hostil; ella lo hizo sin guardias ni discurso preparado, sabiendo que podía salir mal.
Esa escena una funcionaria sola frente al desorden- reveló algo más profundo: que la autoridad, por una vez, no se escondió tras un escritorio ni delegó el conflicto a comunicados.
Y eso, aunque no resuelve el fondo, merece respeto, mismo que a mi parecer ya se ganó.
Del otro lado, los jóvenes que deberían estar aprendiendo a enseñar se han convertido en símbolo de resistencia… o de hartazgo.
Algunos han llevado la protesta a extremos inaceptables -y ahí el reclamo de Sosa es justo-, pero también es cierto que detrás de cada manifestación hay promesas rotas, cuotas indebidas, infraestructura abandonada y directores impuestos.
Cuando la autoridad pierde legitimidad moral, los argumentos legales ya no alcanzan.
Lo más preocupante no es el pleito en si, sino lo que refleja: un sistema educativo fracturado, donde la autoridad responde con soberbia y los estudiantes con violencia.
Ambos olvidan que el aula, no la calle, es el terreno donde se construye o se destruye un país. Y si los futuros maestros aprenden que solo gritando se les escucha, el sistema ya fracaso antes de que tomen su primer grupo.
Por otro lado, surge el hartazgo de la ciudadanía, esa que está cansada de los bloqueos diarios por un grupo de 10 o 20 personas, que un trayecto de 20 minutos del hogar al trabajo, se vuelve de 1 hora y media…o más, eso, sin contar el tiempo que las obras nos quitan.
No necesitamos más consignas ni comunicados.
Necesitamos que la educación deje de ser rehén del poder y de la protesta. Que los normalistas regresen a estudiar y que las autoridades recuerden que educar no es imponer, sino convencer con el ejemplo.
Mientras tanto, Michoacán sigue siendo el laboratorio del caos pedagógico. Y uno, desde este rincón anónimo, no puede evitar preguntarse: ¿quién educa a los que dicen educar?






